Elena Pokasanieva

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About

Elena

Nace en los Urales, en 1960, en la ciudad de Ekaterinburgo-Sverdlovsk (URSS).  Cinco años más tarde, su familia emigra a Asia Central, donde su infancia se llena de luz y de color bajo el sol uzbeko. Diversas costumbres, tradiciones y creencias religiosas abren su mente, ampliando así su paleta de colores cultural porque, desde su infancia, Elena Pokasanieva es polifacética y desarrolla inquietudes artísticas.

Muy creativa, muy pronto se muestra a participar en actividades escolares y estudiantiles. Un día se siente actriz, otro bailarina, cantante o pianista. También se siente atraída por el teatro y escribe guiones, diseña vestuarios y decorados. Pero en su interior mantiene un anhelo permanente: la pintura.

En 1974 su familia toma la decisión de emigrar nuevamente, en esta ocasión a la península de Crimea, buscando una vida mejor y la cercanía del mar. Elena, adolescente independiente y responsable, ve como se diluyen sus expectativas de cursar la carrera musical con proyección profesional, dado que su nueva vida es en una pequeña y provinciana ciudad de Crimea, carente de posibilidades para un estudio de aquel nivel. Termina Secundaria con Medalla de Oro, máxima condecoración para un estudiante en la URSS. Y con 16 años, acaba la carrera de piano.

Elena Pokasanieva es una artista totalmente autodidacta. Todo lo que expresa a través de su pintura, ha sido conseguido de una forma empírica, trabajando y experimentando. Es bióloga de profesión con una carrera de piano. Siempre ha sido una persona creativa, pero el mundo de la pintura lo descubrió ya con 40 años.

Considera que ser autodidacta ha sido una ventaja para ella. Nunca hubiese conseguido esta libertad de expresión si tuviese que agarrarse a las “plantillas” académicas, fuertemente influenciada por su infancia y su entorno familiar, su obra se despliega en una variedad de formatos, materiales e historias.

En un mundo donde el arte muestra un rostro cada vez más abstracto, cambiante y conceptual, Elena mantuvo siempre el máximo respeto a lo que ella deseaba hacer sin llegar a coquetear con las tendencias modernas. La admiración sin límites por el trabajo de los clásicos ha influenciado considerablemente sobre la obra de ésta artista que, de una forma autodidacta, leyendo todo lo que caía en sus manos, termino trazando su propia senda artística.

La pintora en cada su retrato capta el espíritu de la persona en su aspecto más humano acercándolo al espectador como si fuese un familiar, despojándolo de ese aire lejano.

Sus retratos, son realistas y algunos con algún atisbo expresionista o primitivo, desde las representaciones del mundo clásico, a algunos elementos de las primeras vanguardias, sin olvidar el poso enorme artístico de su país de origen, Rusia. También y a tener en cuenta el rostro de los primeros iconos, que constituyen el núcleo visual de la infancia”.
Joan Abelló Juanpere, historiador y crítico de arte.

 

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Inicia el ciclo universitario centrándose en un nuevo foco de interés, la biología y, en particular, la bioquímica, un campo científico en plena efervescencia en aquellos años. En 1982 finaliza la licenciatura en la Universidad de Simferópol, en Crimea, dónde conoce a un estudiante dominicano de la misma universidad que se convertirá en su marido y padre de sus hijos. La pareja decide trasladarse a la República Dominicana iniciando una nueva vida en ese país.

El impacto cultural es notable, no sólo por el clima y las tradiciones, sino también por el idioma y una distinta forma de entender la vida. A pesar de la capacidad de adaptación de Elena, la integración es compleja lo que la hace optar por regresar, primero, a Crimea con motivo del nacimiento de su segundo hijo y, finalmente, en 1989, a Barcelona (España).

Tras su ruptura matrimonial, trabaja como traductora y da clases de piano, lo que le permite conectar de nuevo con su profunda vocación musical. En 1995 crea su primera empresa de promoción artística, dedicada a la organización de las giras por España de las compañías de Ópera y Ballet, Orquestas Sinfónicas y de Cámara, procedentes de Rusia y de Ucrania. En 1997 organiza su ciclo de conciertos Intermúsica en el Palau de la Música Catalana.  Trabaja con compañías tan destacadas como el Ballet del Kremlin, el Ballet Clásico de Moscú, los Solistas del Teatro Bolshoi y Stanislavsky, el Ballet Moiseev, el Ballet y Orquesta Sinfónica de Novosibirsk, el Teatro Nacional de Odessa y de Kiev, con actuaciones en el Palau Sant Jordi, Teatro Victoria, L’Auditori y el Palau de la Música Catalana, entre otros. Una etapa muy interesante en la vida de Elena puesto que su trabajo le proporciona contactos con la élite de coreógrafos, directores de orquesta y de compañías de ballet, lo que a su vez le hace plantearse nuevas ideas y proyectos profesionales que la llevan a centrarse en sus propias actividades artísticas.

De forma circunstancial, debido a un inoportuno accidente que la obliga en noviembre del 2000 a permanecer en casa durante un periodo de tiempo, descubrió un maletín de pintura y un caballete que la llevan a encajar las piezas de su puzzle vital. De inmediato experimenta en la mezcla de colores para introducirse en lo abstracto y desarrollar su sentido artístico. Aunque nunca pensó que pudiera gozar de habilidad pictórica, de golpe, la pintura se convierte en el Oso Blanco de Tolstoi, algo que siempre ha estado ahí, a través de la música, el ballet y el teatro; un anhelo artístico que emerge y se convierte en algo que forma parte de su ser más íntimo y personal. Un objetivo vital.

Comienza a trabajar con el pastel, empleando los dedos, mezclando colores y difuminando la pintura, en contacto directo con el papel.  Siente la misma sensación que al tocar el piano, aplicando los matices musicales: «Forte y Piano, Crescendo y Diminuyendo»…. Se deja llevar por el ritmo musical de la obra y poco a poco se sorprende a sí misma por sus nuevas habilidades.

Practica luces y sombras, el uso de la perspectiva, y se sumerge en el estudio de sus pinturas favoritas, ya no con ojos de espectador sino de artista. Pintar su primer retrato es una experiencia reveladora. Piensa que es lo que más le atrae. Las caras, las expresiones le cautivan. Pasa horas delante de un lienzo intentando captar y transmitir una mirada, un gesto, una emoción, un sentimiento. A veces lo consigue rápido, otras le cuesta trabajo y esfuerzo, pero siempre resulta mágico. Enfrentarse a un lienzo blanco resulta siempre un desafío, como buscar un equilibrio entre lo consciente y lo inconsciente.

En 2017 organiza su primera exposición, “Rostros y miradas del Mundo”, en la Galería Cortina de Barcelona, donde presenta una veintena de retratos de personas de distintas nacionalidades. El tema no es elegido al azar, sino fruto de la trascendencia de los personajes en su vivencia personal.

Elena Pokasanieva es, en definitiva, una artista autodidacta. Su arte se basa especialmente en la observación y en la propia sensibilidad y lo consigue de una forma empírica: trabajando y experimentando.

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